La angustia te corrompe por dentro cuando crees que tienes algún problema que no puedes ni sabes solucionar.
Sientes una gran impotencia, como si estuvieses atado a unas cadenas que te cortan las alas de la libertad. Haces daño y no quieres, haces sufrir al que más te importa, pero sabes que en ese momento no eres tú. Eres un ser que se deja manejar por la angustia, el agobio y la incertidumbre.
La única solución era pedir perdón, pero a veces ese perdón es inservible cuando vuelves a caer de nuevo al día siguiente, empiezas a sentirte mal por “el daño que te hacen” y el daño que haces; pero a la vez sabes que no existen maneras de solucionarlo, o al menos, eso crees.
Finalmente tras meses de angustia logre encontrar una solución, y a tener las ideas más claras que nunca. Sé perfectamente que es lo que más me importa y no estoy dispuesto a volver a meter la pata, confiaré en quien más me importa y olvidaré lo que me hace mal. Prometo nunca más volver a sufrir por esto.
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